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sábado, 1 de julio de 2017

Una isla de fe en medio de un mar neoliberal


En tiempos en los que el avance de la derecha es inminente en casi todos los países del mundo, en los que las propuestas neoliberales arrasan con todo lo que a su paso tienen, parece haber una isla de fe en un océano de ajuste y represión: la lucha en la calle.


Qué mejor que la lucha de aquellos que formaron a miles. Qué mejor que la enseñanza en la práctica de aquellos que nos enseñaron la teoría. Qué mejor que la lucha docente para evidenciar que con políticas de carácter neoliberal no hay futuro posible para los trabajadores.


Hoy por hoy, los grupos dominantes están buscando avanzar sobre la educación a través de políticas de mercantilización que intentan instalar modelos que generan asimetrías, como si ya no las hubiese, entre los distintos sectores de la sociedad. Con un ministro de educación que diferencia a los escolarizados, frente a dichas desigualdades de acceso a la educación, entre quienes generarán empleos y quiénes serán sus empleados, la defensa de la educación como un derecho y como una forma de liberación no sólo del pueblo, sino de la patria en su totalidad, se pinta de un carácter de suma urgencia.


Una isla de fe, como dije con anterioridad, o un espacio de resistencia, de lucha y demanda, pero también de construcción colectiva fue puesto en marcha por parte de los docentes para frenar el avance del ajuste en la educación pública. Este espacio es la Escuela Itinerante.


A algunos sectores les hace ruido su existencia. Les molesta. Incluso intentaron extinguirla. La represión por parte del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires hacia los maestros que intentaban colorarla fue brutal. Sin embargo, no pudieron contra ella. Gran parte de esto se debió, por un lado, a la constancia de los docentes y, por el otro, al repudio que mantuvo gran parte de la sociedad frente a lo ocurrido. “Con los maestros no” fue la frase que tiñó el escenario público durante días y que abrió paso no sólo a la instalación de la escuela sino a la vista de la misma a varias ciudades del interior del país.


La Escuela Itinerante es un poderoso símbolo que resignifica todas las luchas que vienen peleando los docentes y es un abrazo federal a la escuela pública argentina. Es, sin dudas, un espacio de dialogo en el cual se intenta poner en tela de juicio el lugar que el Gobierno y la opinión pública le dan a la educación.


Su valor simbólico no está sólo en el pedido de apertura a las paritarias ni en el pedido de sanción de la nueva Ley de Financiamiento Educativo, va mucho más allá. Simboliza toda la lucha por la educación pública, laica y gratuita, y es la resistencia a aquellas políticas expulsoras y generadoras de marginalidad, pobreza y exclusión.


Hoy la pelea ya no es solo por el salario, aunque satisfacer la demanda salarial de los docentes es un punto insoslayable en el desarrollo de la educación pública inclusiva, que genere igualdad y garantice la justicia. Está en juego la institución.


El neoliberalismo no es solo un conjunto de medidas económicas que tiende al ajuste. Es también una ideología, una visión del mundo, y tiene una idea de hombre, tiene un concepto de sociedad. El neoliberalismo saca de la escena el derecho a la educación y busca sujetos que sean educables a su semejanza. Lo que importa es la competencia y la acreditación. Lo que importa es ser funcional a un modelo educativo pragmático.


La lucha docente es la lucha más noble de todas. La Escuela Itinerante es su más fiel reflejo. Es un espacio de dialogo y de escucha en el cual se defiende con convicciones reales un proyecto educativo y, por lo tanto, un proyecto de nación. Es el reflejo de la indignación que brota desde pueblo cuando se toman políticas que constantemente benefician a un solo sector de la sociedad, y no precisamente es a los sectores populares. Es el reflejo de lo que la construcción colectiva puede lograr. Es el reflejo de la emoción que da la unión de grupos por una misma causa. Es el reflejo y la evidencia de un conflicto que tiene consecuencias en muchos ámbitos de la sociedad. Es la evidencia de que gran parte del pueblo está cansada de ser reprimida por reclamar. Es la evidencia de que esta lucha trasciende a los políticos de turno o a los dirigentes sindicales. Esta es una lucha de todos. Pensarla desde individualidades es dejar que gane el neoliberalismo.


Me preguntó cuándo terminaran las políticas de vaciamiento de la educación pública, cuando se dejará de ningunear la formación y el rol de los maestros. Me pregunto cuándo se dejará de poner en tela de juicio la calidad educativa de la escuela pública. Me pregunto. Me pregunto. Por lo pronto, sólo sé que la Escuela Itinerante es, para mí, una isla de fe en un mar neoliberal. Una isla en la que descubro que la lucha se puede dar en la calle abriendo espacios de diálogo en los que entre todos tratemos de construir nuevos sentidos y nuevos rumbos para seguir luchando y fortaleciendo, día a día, en la práctica a la educación pública.